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Para todas las mamás y futuras mamás…Ese CAMBIO de vida.

El otro día leí este artículo por una de las miles de redes sociales que veo diariamente. No recuerdo cuál. Pero automaticamente me vino a la cabeza lo primero, mi hermana. Y lo segundo esas mamis primerizas o a punto de serlo. Porque sin duda tiene que ser la experiencia más alucinante de tu vida, pero me he dado cuenta de que es muy duro. (Y eso que lo veo desde la grada). Mucho más de lo que yo pensaba. Aunque por supuesto compense.  De hecho un día, comentaba en casa, a modo irònico, que creía que a todos los matrimonios deberían dejarles un bebé durante un mes antes de ser padres. La respuesta? Entonces nadie tendría hijos. Luego vino la explicación, claro, de que sólo das tu vida entera, cuando ese hijo es tuyo. Menos mal! 🙂


Os dejamos el artículo, para que lo leais y se lo mandéis a vuestras amigas, conocidas o vecinas que estén viviendo la increíble experiencia de ser mamás. Y también a los papás, porque ellos son el otro 50% de todo esto.

A veces es muy duro convertirse en madre.
Sí: vale la pena.
Sí: es la experiencia más poderosa que puede llegar a vivir una mujer.
Sí: nada te marca tanto como el momento en que sostienes por fin en brazos al hijo que acaba de salir de ti…deliciosamente sucio, húmedo, caliente, y te mira a los ojos como diciendo: te conozco.
Pero es duro.
Y no sólo se trata de la falta de sueño, de las secuelas del parto, de los cuidados que demanda un recién nacido (¡tan pequeñito y tan exigente!), ni siquiera del cóctel de hormonas que te deja turuleta hasta varias semanas después. Tampoco la falta de experiencia y la incertidumbre acerca de si lo estás haciendo bien o no, ni las propias dudas y comentarios de familiares bienintencionados pero que no hacen sino disparar tu
propia inseguridad, tu miedo.
Es bastante más que eso. Es la ruptura total y repentina con tu propia identidad, con aquello que hasta el momento de parir te había definido: tus proyectos, tus ambiciones, tu trabajo, tus amigos, tu cuerpo, y todo aquello que llamabas tuyo. Tu tiempo. Tu vida.
Es mirarte al espejo mientras tu criaturita está prendada a tu pecho, y no reconocerte.
¿En qué momento te convertiste en esta mujer ojerosa que no tiene un minuto ni para darse una ducha? ¿Quién es ella? ¿Quién eres ahora?
Sigues siendo tú, sólo que una versión más grande de ti misma. Pero al principio no lo
sabes. Al principio no te encuentras. No hay nada que logre vincular esta nueva vida tuya de cambios de pañal, tetadas a deshoras y canciones de cuna, con aquella otra vida que parece tan remota, aquella en la que ibas y venías a tu antojo, disponías de tu tiempo y te pertenecías.
Porque, claro, todo tu ser es ahora para otro. Y ese otro se está alimentando de ti, no sólo de tu leche, sino también de tus caricias, de tus canciones, de tus palabras, de tu calor. Y el tiempo pasa, desde luego que pasa. Llegará el momento en el que, sin darte cuenta casi, las tomas se acorten y las horas de sueño nocturno se alarguen. Tu bebé aprenderá a sostener la cabeza, luego a darse la vuelta, luego a gatear. El día menos pensado te regalará una sonrisa y pensarás que todo el esfuerzo ha sido poco. Un día te
dirá mamá. Lo verás correr en el parque, subirse solo al tobogán, jugar con otros niños, garabatear las primeras letras que te mostrará orgulloso.
Y por nada del mundo querrás cambiarte por esa otra que eras, y que tan poco sabía acerca del AMOR…  (V. Watson)