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Cuento corto sobre el hombre y el mundo

Buenos días!

¿Qué tal ha ido el fin de semana? Nosotros hemos estado en la playa y al final el tiempo se ha portado mucho mejor de lo que esperábamos… Así que volvemos con fuerzas para la nueva semana!

Anoche revisando el email habíamos recibido uno de nuestra madre, un cuento que yo ya había leído en algún sitio antes pero que me volvió a encantar, así que hemos querido compartirlo con vosotros:

El hombre y el mundo

Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba

resuelto a encontrar los medios para aminorarlos.


Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.



Cierto día, su hijo de 7 años invadió su santuario decidido a ayudarlo a


trabajar.


El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a

jugar a otro lado.


Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle

con el objetivo de distraer su atención.




De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo,


justo lo que precisaba.



 
Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de

cinta se lo entregó a su hijo diciendo: «como te gustan los rompecabezas, te


voy a dar el mundo todo roto para que  lo repares sin ayuda de nadie».




Entonces calculó que al pequeño le llevaría 10 días componer el mapa, pero


no fue así.




Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente.




«Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo».




Al principio el padre no creyó en el niño!




Pensó que sería imposible que, a su edad hubiera conseguido recomponer un


mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la


vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un


niño.


Para su sorpresa, el mapa estaba completo.

Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares.



¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz?




De esta manera, el padre preguntó con asombro a su hijo:




Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste?




Papá, respondió el niño; yo no sabía como era el mundo, pero cuando sacaste


el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura


de un hombre.




Así que di vuelta los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí


sabía como era.




«Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a la hoja y vi que había


arreglado al mundo».




GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

                                                               ¿Qué os parece?

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viernes=INSPIRACIóN

                Feliz fin de semana
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La Fábula de El Elefante Encadenado.

Hoy os voy a contar un pequeño cuento de Jorge Bucay, que quizás muchos de vosotros ya conozcáis, pero que viene bien recordar y aplicar la moraleja a muchas circunstancias de la vida.
EL ELEFANTE ENCADENADO
Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué́ no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué́ lo encadenan?».
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
Hace algunos años, descubrí́ que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: el elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré́ los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió́, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro… Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó́ a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.
Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió́ poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…



Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.

Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.

Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos: No puedo y nunca podré.  Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón…

¡HASTA MAÑANA!
(Cuento extraído del blog de S.Carbonero)
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Porque todos tenemos días malos…

¡Buenos días!
Hoy quiero dedicaros este post a vosotras, a esas amigas con las que he hablado estos días y por unos motivos u otros no están pasando un buen momento. ¿Quién no ha tenido nunca unos días de bajón? EL bajón puede ser por muchos motivos diferentes: el trabajo, el amor, un simple altibajo o una enfermedad de alguien cercano. Sea cuál sea el motivo, todos pasamos por malos momentos, y todos salimos de ellos. A veces tardamos más, y a veces menos, pero lo importante es superarlo y aprender de ello. Porque si algo he aprendido, es que de todo se aprende. Aunque sólo sea, aprender a ser más fuerte. Así que hoy, este pequeño empujoncito en forma de cuento, que yo también necesité hace ahora casi un año, me sirvió mucho y de vez en cuando me gusta recordar.
“Hubo una vez un rey, que dijo a los sabios de la corte:
Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera, que quepa debajo del diamante del anillo.
Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total… Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.
El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:
    No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje – el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dió al rey. Pero no lo leas –le dijo– mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo solo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.-
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino.  Estaba huyendo y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y caer por él sería el fin. No podía seguir adelante y no había ningún otro camino… De repente se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”.
Mientras leía “esto también pasará” sintió un gran silencio a su alrededor. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar a los caballos.
El rey se sintió profundamente agradecido por el mensaje. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunión a sus ejércitos y reconquistó el reino. Hubo una gran celebración con música, baile y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su lado y le dijo:
–          Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
–          ¿Qué quieres decir? Ahora estoy victorioso la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado ni triste.
–          Escucha – dijo el anciano- este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último, también es para cuando eres el primero.
El rey abrió el anillo y leyó: “Esto también pasará”.
Entonces el anciano le dijo:
Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.
Mucho ánimo, porque sea lo que sea, PASARÁ. Y aquí estaremos para celebrarlo juntas.
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Viernes = Inspiración

Ya os contamos aquí que no somos mucho de hacer regalos en estas fechas, al menos no regalos materiales…

Preferimos dejaros un cuento que leímos hace unos meses y nos gustó tanto, que lo guardamos para una fecha especial;

Esperamos que os guste tanto como a nosotras…
mama
¡Felicidades a todas las MAMÁS del mundo!